Detenerse a escuchar nuestros miedos y
angustias es bueno además de saludable porque ello nos marca un antes y un después
de todas las cosas. Sentir un deje de lastima y preguntarnos ¿Por qué, yo? ¿Por
qué, siempre a mí? No lo hemos de ver como un desgaste malsano, sino al
contrario como un querernos y preocuparnos por nosotros mismos.
Todo lo anterior es correcto, siempre y
cuando seamos capaces de levantarnos al día siguiente y gritarnos «Venga, vasta
ya de contemplaciones, ahora a seguir buscando, tu porción de felicidad» Y es
así, como salgo fortalecida para enfrentarme a nuevos retos que me deparará la
vida, para saborear las cosas pequeñas que me dan satisfacción y alegría, para
ver lo afortunada que soy por lo que tengo.
El tiempo que se ha de emplear para esta autocontemplación
de nuestro ombligo, debe ser directamente proporcional a la gravedad del asunto
que nos llevo a ese estado de miedo o angustia y nunca superior a nuestras
fuerzas para levantarnos, de lo contrario caeríamos en un estado de depresión
«ojo, no me refiero a la depresión como enfermedad, jamás me atrevería en
caminar por esos senderos de reflexión u opinión, porque eso es mejor que lo
haga un médico. Me refiero a la que todos conocemos por depre, estoy plofff,
estoy bajo, etc...».
He abierto mi ventana y un aire fresco,
algo frío me ha plantado un beso en la cara, el cielo está despejado, hará sol
y me espera un día lleno de acontecimientos, procuraré saborear todo lo bueno
que me encuentre y lo malo…, jejeje lo malo intentaré esquivarlo.
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