Cuantas
veces nos hemos dejado vencer por el
dolor físico y hemos dicho «señor si haces que este dolor pare, te prometo
que…» la dificultad de cumplir la promesa es proporcional a la intensidad del
dolor que sintamos en esos momentos.
Pero hace unos días me paso que ante una
situación igual a la descrita cuando el dolor hacía explotar mis ojos y un
pinchazo agudo me subía desde la nariz hasta el centro de mi cerebro machacando
cualquier pensamiento coherente que pasara por
allí cerca, me dije «señor si haces que este dolor pare, te prometo
que…» y me pare en seco sin terminar llegar a terminar la frase mentalmente…
porque además no podía hablar y de repente se apoderó de mi un sentimiento de
soberbia no experimentado hasta entonces o al menos yo no he sido consciente de
haberlo sentido. ¿Por qué debo prometerle nada…? Si yo no merezco estar
padeciendo semejante dolor… no soy una santa pero tampoco voy haciendo daño a
mi prójimo, procuro estar del lado de los menos afortunados, aunque sin hacer
grandes gestas eso es cierto y de pronto pensé en los niños que hay en los
hospitales padeciendo fuertes dolores por enfermedades que ellos menos que yo
merecen y en los niños que viven las guerras heredadas de sus mayores y en los
niños hambrientos del mundo y en todos los niños del mundo que no dibujan una
sonrisa en sus caras porque no tienen motivo para ello y...
Debió de empezar hacer efecto el segundo analgésico
que me acaba de suministrar a mi misma, adelantándome en tres horas lo pautado
por el medico. Lo primero que pensé al despertar fue «que era lo que había
prometido esta vez…» y recordé claramente mi ataque de soberbia y pensé que a
lo mejor… No, que seguro ese sentimiento
negativo y pueril se debía a una soberbia superior, a la de un ser que decidió
en su día castigar a la humanidad por un pecado cometido y que miles, millones
de años después, sigue castigando a sus criaturas mas indefensas; «los niños»
con el dolor y sufrimiento que no deberían tal vez conocer hasta alcanzar una
edad adulta en la que puedan valorar u opinar quién es mas soberbio o mas
mezquino «El hombre con todas sus imperfecciones o la divinidad justa y
caritativa que nos venden en cualquiera de las religiones»
Con esta opinión no pretendo ofender a
quienes creen, son libres de seguir haciéndolo… igual que yo lo soy, de seguir
dudando…
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